Todo comienza a raíz de un concierto que Woody Allen tenía previsto para el día dos de enero de 2009, en el Baluarte de Pamplona. Mi cuñado Carlos (el hermano de Eva) estuvo durante un año montando la iluminación y el sistema de sonido de la sala, y mantiene muy buenas relaciones con el personal que quedó allí. De hecho le ofrecieron quedarse de jefe de sala, pero no aceptó.
En fin. Que nosotros, que ya habíamos estado en un concierto de Woody en 2004, y habíamos intentado sin éxito pasarle a la firma la tesina, nos manteníamos completamente ajenos al concierto, comenzando las vacaciones de Navidad, atribulados con el constante correteo por casa de los niños. En estas, el día 23 mi cuñado se descuelga con cierta sorna con algo parecido a “oye ¿tu no estabas interesado en que Woody Allen te firmara la tesis o algo de eso? Es que el día dos está en Baluarte y puedo hablar con mi colega para ver que puede hacer. ¿Te parece bien, o…?
Una cosa tan de improviso, tan en el aire, tan rápida, dadas las fechas y nuestra situación familiar, se nos antojó un poco complicada, pero… “devotamente apetecible”.
Pasó La Nochebuena, la Navidad, y poco antes de fin de año, Carlos me vuelve a llamar, y me comenta que sí, que podemos ir, hablar con el “project manager” y a ver que pasa. Pero que tiene que confirmar horarios. Al día siguiente nos llama y nos comunica que la prueba de sonido de la banda se hace el mismo día dos sobre las cinco de la tarde. Así que si estamos allí a esa hora, vemos el ensayo, tratamos de hablar con él, pasarle la tesina, y luego ver el concierto. El mismo día 31 sacamos por Internet los billetes de tren correspondientes y reservamos en el hotel Yoldi. Saldríamos de Sevilla el mismo día dos a las ocho menos cuarto, para enlazar en Madrid a las diez y media con el tren a Pamplona, que llegaría a la una y media. Con tiempo de comer, darse una ducha y vestirse de ropa oscura, condición para andar entre cajas en el Baluarte.
